Más caro que un yogur tradicional, el kéfir se ha convertido en la bebida saludable por excelencia en la actualidad. Sin embargo, se debe tener precaución, advierte la revista UFC Que Choisir en una publicación del 22 de noviembre. En el mercado, lo que se vende como kéfir puede estar lejos de la receta auténtica. «Esto provoca dudas sobre la posible falta de transparencia en la etiqueta«.
Mucho más caro que el yogur
En el ámbito de las bebidas fermentadas, el kéfir tiene un precio elevado: aproximadamente 4,50 € por litro y hasta 7 € en marcas orgánicas, según informa el sitio. En contraste, el yogur breton o el yogur fermentado del Magreb se venden por alrededor de 2 euros el litro. Este diferencial de precios se justifica, considerando los beneficios que aporta el kéfir. Esta bebida se elabora utilizando pequeñas bolitas gelatinosas denominadas «granos de kéfir«, que contienen bacterias lácticas, así como otras conocidas como «acéticas» y levaduras para la fermentación alcohólica. «Un microcosmos diverso que, según los fabricantes, podría mejorar la inmunidad y el bienestar digestivo, además de aportar una ‘sabor característico’«, señala el medio.
El kéfir, un nombre frecuentemente usurpado
No obstante, de acuerdo con la investigación realizada por la asociación, muchas de las bebidas que llevan la etiqueta de kéfir en el comercio no han tenido contacto alguno con los auténticos granos de kéfir, sino que contienen únicamente bacterias lácticas, como la mayoría de los lácteos fermentados. (Mientras que el auténtico kéfir debe tener al menos 10.000 levaduras por gramo).
¿Por qué sucede esto? Desde la perspectiva de los productores, se ofrecen diversas explicaciones: las cepas lácticas son más fáciles de manejar, el verdadero kéfir tiene una pequeña cantidad de etanol que prefieren evitar, o genera gas (que es lo que proporciona el burbujeo), que no desean en un producto lácteo. Esto implica que el contenido de la botella adquirida no se puede considerar auténtico kéfir. «Sin embargo, en Francia, no existe regulación alguna que regule el uso de la denominación kéfir«, se justifican los fabricantes.
En los estantes, productos aceptables, pero no auténticos
Para asegurarse de que se obtiene un verdadero kéfir, es fundamental inspeccionar la etiqueta en busca de las bacterias lácticas presentes (y compararlas con el yogur, por ejemplo). Sin embargo, la investigación muestra que a menudo falta información específica en el empaque. En cuanto al sabor, en el mercado no se diferencia realmente de un yogur fermentado. Incluso el kéfir de Activia de Danone, que se elabora con granos de kéfir, no era necesariamente identificable en una cata a ciegas. Esto plantea la interrogante de si vale la pena pagar más… o incluso si sería mejor hacer su propio kéfir en casa!
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